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...Si escuchas hoy su voz,
no
endurezcas tu ❤.
(Hebreos 4:7)


Eric Lopez "Tu Eres"

Para meditar!!



¿Qué estamos entregando?

Goce ahora y pague después!!... A diferencia del pasado cuando primero se pagaban las cosas y luego se disfrutaba de ellas, hoy vivimos bajo la misma filosofía del sistema de crédito: gozando ahora y pagando luego. Lo que a veces se nos olvida es que tarde o temprano hay que pagar... ¡y con intereses!

Hasta mediados del siglo que terminó, en la infancia teníamos que hacernos merecedores de cualquier cosa antes de lograr que nos la dieran. Como a nuestros papás no les interesaba vernos felices sino prepararnos para la vida, nos exigían mucho y nos daban poco. Es decir, en la niñez nos hacían pagar con esfuerzo y méritos todo lo que queríamos, gracias a lo cual desarrollamos la capacidad de esforzarnos por obtener lo que soñábamos y la dicha de valorar lo poco que recibíamos.

Sin embargo, hoy día a los niños se les da todo lo que pidan, y lo que no también, para        mantenerlos felices. Así, tan llena como su agenda de actividades es en la actualidad su lista de posesiones y privilegios. 

 No le entregues a tu hijo, un pescado... mejor enséñale a pescar.      Anónimo


Por ejemplo, los niños ahora tienen reloj (que nosotros recibimos como regalo de Primera Comunión) antes de que siquiera reconozcan los números; cama doble y  teléfono propio (que nosotros tuvimos cuando nos casamos) desde los 10 o 12 años. Y desde los 6 o 7 años tienen "novio(a)", ven novelas y películas  para mayores, van a fiestas bailables con discjockey y tienen televisión, equipo de sonido, video, DVD, Play Station, I-pod, y hasta computadora personal (mejores que los nuestros) en su propia habitación. 


Yo me pregunto ¿qué pueden ambicionar estos niños? ¿Con qué ánimo se van  a esforzar por aprender, por capacitarse para ganarse la vida si siempre han obtenido todo sin ningún trabajo? 


Si lo que queremos es darles lo mejor, ¿será que darles todo lo habido y por haber es en realidad "lo mejor" para ellos? 


Lo grave es que en esta forma no sólo están gozando poco en la niñez sino que pagarán caro en la adultez porque al tener tanto no están aprendiendo a lidiar con la frustración ni postergar la gratificación, no aprecian ni agradecen lo mucho que reciben, y no estarán capacitados ni dispuestos a luchar por lo que sueñan, todo lo cual es indispensable para lograr tener una vida plena y feliz. 


El incremento en las tasas de depresión, de suicidio y de conductas autodestructivas entre los niños y los jóvenes, también puede ser un indicativo de que hoy muchos niños son infelices, no por que les falte algo, sino porque tienen demasiado. 


Parece que al vivir en términos de gozar  ahora y pagar luego les estamos brindando la felicidad inmediata pero garantizando la infelicidad futura.


Angela Marulanda
Autora y Educadora familiar

Las manos de Dios



Cuando observo el campo sin arar,
cuando los aperos de labranza están olvidados cuando la tierra está quebrada,
 me pregunto: 
¿dónde estarán las manos de Dios ?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil;
cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre,
del obrero y del campesino carente de recursos para defender sus derechos
me pregunto: 
¿dónde estarán las manos de Dios ?

Cuando contemplo a esta anciana olvidada; cuando su mirada es nostalgia y
balbucea todavía algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó
me pregunto: 
¿dónde estarán las manos de Dios ?

Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor;
cuando observo a su pareja y a sus hijos deseando no verle sufrir;
cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un
grito de súplica de paz, me pregunto: 
¿dónde estarán las manos de Dios ?

Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido, ahora embrutecido
por la droga y el alcohol, cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia
brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino me pregunto:
dónde estarán las manos de Dios ?

Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías, la veo
arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir,
y buscando sobrevivir se pinta la boca y se ciñe el vestido y sale a vender
su cuerpo, me pregunto: 
¿dónde estarán las manos de Dios ?

Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada me ofrece su periódico,
su miserable cajita de dulces sin vender, cuando lo veo dormir en la puerta
de un zaguán titiritando de frío, con unos cuantos periódicos que cubren
su frágil cuerpecito, cuando su mirada me reclama una caricia, cuando lo
veo sin esperanzas vagar con la única compañía de un perro callejero,
me vuelvo a preguntar: 

¿dónde estarán las manos de Dios ?

Y me enfrento a Él y le pregunto: 

¿Señor dónde están tus manos?
para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado,
rescatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados.
Después de un largo silencio escuche su voz que me reclamó,
"no te das cuenta que Tú eres mis manos,
atrévete a usarlas para lo que fueron hechas,
para dar amor y alcanzar estrellas".

Y comprendí que las manos de Dios somos "TU y YO",
los que tenemos voluntad, el conocimiento y el coraje para luchar por
un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos
que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que
desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se reten a si mismos para
ser las manos de Dios.

Señor, ahora me doy cuenta que mis manos están sin llenar, que no han
dado lo que deberían dar, te pido perdón por el amor que me distes y
que no he sabido compartir, las debo de usar para amar y conquistar
la grandeza de la Creación.

El mundo necesita esas manos, llenas de ideales y estrellas,
cuya obra magna sea contribuir día a día, a forjar una nueva civilización,
que busquen valores superiores, que compartan generosamente
lo que Dios nos ha dado y puedan al final llegar vacías,
porque entregaron todo el amor, para lo que fueron creadas
y Dios seguramente dirá:

¡ESAS SON MIS MANOS !

 Anónimo

El enojo


El enojo llega a lo más íntimo de nuestro ser como un veneno. En vez de experimentar la paz y el gozo, nos llenamos de ansiedad y frustración. Un espíritu crítico y condenatorio lleva a menospreciar a los demás con palabras duras. La hostilidad nos vuelve polémicos, y hace que nos ofendamos con facilidad por cuestiones sin importancia. Las amenazas o los insultos imaginarios echan raíces y crean respuestas desproporcionadas a la situación... cambia nuestro entorno, cambia el ambiente y termina cambiando al resto.
SUS CONSECUENCIAS: 
A nosotros mismos: Deforma el carácter. 
Afecta al cuerpo. Causa estragos en nuestro organismo, e incluso puede ocasionar males fatales como ataques cardíacos y derrames cerebrales. Nos haría bien preguntarnos. ¿Vale la pena morir por mantener este resentimiento?
A otros: Daña las relaciones. Nuestra ira no es solo nuestro problema; siempre afecta a los demás y, trágicamente, las personas más cercanas a nosotros son las que más sufren. El resentimiento latente crea barreras de silenciosa hostilidad. 

Y un episodio explosivo de ira puede causar mucho daño emocional, o a veces hasta daño físico.
Es contagioso. Proverbios 22.24, 25 nos dice: “No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma”. 
Nuestra rabia y nuestro resentimiento afectan a aquellos con quienes trabajamos y vivimos, pero son especialmente contagiosos a nuestros hijos. Ellos desarrollan actitudes y patrones de conducta similares a los que aprenden de nosotros.
A Dios: Levanta una barrera entre nosotros y Él. Usted no puede estar bien con Él si está enojado y guarda resentimiento contra alguien (Mt 5.21-24). En realidad, entristecemos su corazón cuando decidimos aferrarnos a nuestra hostilidad en vez de a Él.
Pone trabas a su trabajo y limita sus bendiciones. Nos volvemos estériles y terminamos perdiendo las bendiciones al caminar.

Durante toda la vida enfrentamos situaciones que desencadenan este sentimiento. La cuestión no es que no nos enojemos... el asunto es que si sentimos enojo... "debemos saber cómo manejarlo"... o dejamos que el enojo nos controle.. o  tenemos la potestad de controlarlo... recuerda que al fin es nuestro.  
Efesios 4.26, 27 nos dice que no debemos dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo. No debemos permanecer enojados mucho tiempo.
A veces, nuestra indignación es una respuesta adecuada a la injusticia o al maltrato de otros, pero por lo general tiene sus raíces en nuestro propio interés personal. Tal vez alguien nos insultó, rechazó o irritó. O quizás la razón de nuestro malestar es una situación frustrante. Cuando los demás no cooperan con nuestros planes o no aprecian nuestros esfuerzos, o cuando las cosas no salen como nosotros queremos, sentimos cómo aumenta este sentimiento.
Aferrarse a los agravios nos mantiene prisioneros, pero renunciar a ellos abre la puerta a mejores situaciones y nos libera. Dios nos enseñó a hacerlo así como también Él lo hace con  cada uno de nosotros.

Charles Stanley

El orgullo


...Mucho más que los intereses es el orgullo quien nos divide.


...Nuestro carácter nos hace meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos.

Esopo



...Muchos creemos que el orgullo es la mejor decisión, que puede evitarnos cualquier herida y engrandecer la dignidad del corazón… y esta teoría es una gran equivocación; el orgullo es uno de los más grandes enemigos que tiene cualquier relación... nos estanca y esclaviza, nos niega la oportunidad de vivir y en vez de avanzar nos paraliza, sin saber que hacer ni a donde ir… Impide la libertad, la reconciliación... la sanación, reprime tus nobles sentimientos al instalarse en una sola, egoísta e injusta posición.  

El orgullo espera a que el otro sea siempre quien dé el primer paso, nos impide  asumir una actitud de reparación, y de este modo es imposible salvar lo que tanto se amó…  nos hace perder mucho tiempo y solo produce más dolor, muchas veces produce ansiedad, desespero y genera mucha confusión...


Por orgullo muchos se han negado la oportunidad de recuperar lo que tanto han construido, porque se asume como mecanismo de defensa evadir cualquier responsabilidad y lavarse las manos; culpando siempre al otro, mirando los defectos del otro...  viviendo días eternos y sombríos, sintiendo el camino agotador y solitario… el orgullo puede llegar a pesar demasiado, nos impide avanzar, nos estanca en un pasado; reprime nuestros sueños, ata nuestros sentimientos,  llega a matar todo lo bello que en el corazón por mucho tiempo pudo haber habitado… 

...Si eres de los que llevas en tu maleta el orgullo como mecanismo de defensa y prevención, lucha por liberarte de tal enorme y pesada carga, el orgullo en tu vida no aporta nada provechoso, te agota y no te deja ver lo realmente hermoso, te roba posibilidades de experimentar cosas nuevas, se acomoda en el tiempo que pasa rápidamente sin darte cuenta... puede ser que cuando quieras reaccionar quizás sea demasiado tarde... en tu equipaje no habrá más nada, todo se habrá ido de tus manos, y sin darte cuenta te ha paralizado y no podrás recuperar, ni disfrutar aquello que Dios y la vida te ha dado...

Es liberador  dar el paso hacia el perdón, aunque sea el otro quien la haya embarrado y aunque no se quiera reconocer su error... si perdonamos nos sentiremos libres otra vez, cerraremos ese capítulo con todo lo que bueno o malo que pudo acontecer… no hay nada más hermoso que estar en paz con los demás, recordemos que la vida es corta... y no vale vivirla a medias.

Acepta el perdón de los demás... y aprende a perdonar!!

Anónimo

No desistas!!


Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir;
cuando ofrezca tu camino solo cuestas que subir;
cuando tengas poco haber, pero mucho que pagar
y precise sonreír aún teniendo que llorar;
cuando ya el dolor agobie y no puedas ya sufrir descansar acaso debes;
pero nunca desistir.

Tras las sombras de la duda ya planteadas ya sombrías
puede bien surgir el triunfo;
no el fracaso que temías.

Y no es dable a tu ignorancia figurarse
cuan cercano puede estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano.

Lucha pues, por más que en la brega tengas que sufrir...
Cuando todo este peor, más debemos insistir.

Rudyard Kipling

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